Los diamantes son el símbolo universal del poder y la codicia; la representación máxima del lujo a través de los años, que ha brindado riquezas exorbitantes, irónicamente a aquellas naciones que no lo poseen en su suelo, y muerte y desolación para aquellas tierras ricas en este mineral.
Brindando beneficios o no, lo cierto es que el hallazgo de este translucido mineral, trae terribles y sangrientas consecuencias para aquellos que lo extraen, quienes en la mayoría de las ocasiones no recibirán ningún beneficio de aquella joya.
Los diamantes comenzaron siendo utilizados en la antigüedad como talismanes, creyendo que infundían fuerza, coraje e inteligencia a aquellos que lo poseían. Éstos podían convertir a cualquier guerrero en un invencible dotado de poderes, tal como ocurre en el libro del Éxodo, donde el gran Sacerdote Aarón (1200 a.C.) proporcionaría a Moisés un pectoral de diamantes como una orden de Dios. Mencionado incluso entonces en la religión, la popularidad de los diamantes entre las poblaciones fue tan grande, que incluso hasta el siglo XIX, estos pequeños minerales fueron utilizados como medicamento. Si este no curaba al paciente, entonces era falso.
Las victimas de gran poder en el mundo a manos de los diamantes comenzaron a aparecer con la muerte del rey Federico II y el Papa Clemente VII, quienes perecieron debido a la gran cantidad de diamantes que injirieron. De esta manera, comenzaría la época de las muertes “Reales” a causa de este símbolo de poder.
Sin lugar a dudas, el diamante que más ha cobrado vidas en el mundo por sí solo, es el famoso Koh-i-Noor. La historia de este gran diamante comienza en 1304, donde hallado en territorio de la India, cayó en manos del Raja de Malwa. Rápidamente, debido a la magnitud de esta gran gema, las disputas para poseerlo se suscitaron en los pueblos circundantes a la India, dándole un estrepitoso valor comparado con el poder de un gran imperio. Por esta misma razón, empezó a popularizarse la creencia de que aquel que poseyera dicho diamante, sería el dueño del mundo; pero tal vez esa idea estaba inconclusa, omitiendo el final que pareciese reflejar la decadencia de aquel pueblo que lo posea.
Tan rápido apareció en la India, desapareció sabiéndose más tarde que estaba en manos del fuerte imperio Talibán en Kabul –capital afgana-. Digno de una obra de Edgar Allan Poe o el propio Oscar Wilde, pareciese que los dioses de los cielos condenarían a todo aquel que robara el diamante encontrado por los hindúes. De esta manera y poco tiempo después de su robo, el pueblo Afgano se vino abajo cayendo el diamante, nuevamente en manos indias.
Sin embargo, este gusto fue realmente corto, ya que poco tiempo después la India fue invadida por el Imperio Mongol, quienes trasladaron esta enorme joya a su territorio pasando sucesivamente de emperador a emperador. A pesar del gran poder que poseía el Imperio Mongol cuando adquirió la gema, inusitadamente el imperio se vino abajo dos siglos después, volviendo el diamante a territorio de la India.
Como víctimas de su propio encanto, en 1738 la invasión de Nueva Delhi por Persia fue un total éxito, donde la obtención del diamante Koh-i-Noor, se convirtió en el segundo objetivo más importante del Sha de Persia, Nadir. Así, el diamante ahora estaría en manos del gran imperio Persa; pero lamentablemente, este pueblo no estaría exento de la maldición de esta gran piedra. El Koh-i-Noor fue testigo de las más cruentas disputas en Persia así como su lenta y terrible agonía.
En 1813, el codiciado diamante encontró su camino de vuelta a la India donde por cuestiones de seguridad, este fue trasladado a Lanhore, capital de Punhab. Tristemente para los hindúes, al poco tiempo de la llegada del diamante, el territorio de Punhab fue anexado al Imperio Británico. A los pocos años de la toma británica, el diamante cayó en poder de East India Treading Corporation, dueña de prácticamente la mitad de la India. Supuestamente donado a East India Co. por el príncipe hindú Duleep Singh de escasos nueve años, se convirtió posteriormente en un obsequio de esta misma corporación para la reina Victoria en conmemoración de los doscientos cincuenta años de la fundación de dicha compañía.
La piedra de 186 quilates, estaba rudimentariamente trabajada y carecía de brillo; sin embargo, a su llegada a Inglaterra, la Reina Victoria decidió retallarlo convirtiéndolo en una talla oval de 108.93 quilates. Esta pulida y detallada gema fue exhibida durante años en el palacio de Londres, antes de ser engarzada en la corona de la Reina Madre para posteriormente ser colocada en la corona realizada para la Reina Isabel II.
Lo curioso es que recapitulando la historia de la Gran Bretaña y jugando un poco con los números, el Koh-i-Noor llego a la isla británica en 1850, década en la que no solo el rey murió súbitamente, sino que de igual manera y sin lugar a dudas, comenzó la decadencia de un de los imperios más fuertes, duraderos y considerados invencibles en la historia de la humanidad.
El pasado 28 de julio del año en curso, el Primer Ministro Británico David Cameron realizo una visita de dos días a la India centrada en el intercambio comercial y desarrollo de tecnología y telecomunicaciones tan eficiente en este país. Sin embargo y a pesar de los objetivos de esta visita, los segundos se detuvieron y tornaron tensos cuando el Primer Ministro Indio Manmohan Singh le pregunto directamente a su par “¿Y el diamante?”. Un cuestionamiento que sin lugar a dudas no estaba en el libreto del británico, ni mucho menos esperaba en esta visita de Estado. Tal fue el nerviosismo de Cameron, que su respuesta se resumió en un “si regresáramos todas los tesoros a su lugar de origen, nuestros museos quedarían vacios”…muy desafortunada respuesta.
Es escalofriante conocer todo aquello de lo que este diamante ha sido testigo, derrotas, destrucción, decadencia, muerte y sangre, mucha sangre; y donde a pesar de que fue la India el primer dueño de esta invaluable joya, aquellos años en que la tuvo en sus manos, sufrió terribles invasiones. Es por ello que a pesar de que el pueblo indio hable de “su” diamante con nostalgia, dudan en exigir su regreso, considerando el crecimiento comercial que la India vive actualmente, colocándose como una economía pujante para los próximos años. El temor de la maldición de este diamante de sangre, sigue latente en la India.
En un mundo globalizado, las historias de joyas encantadas y malditas siguen vigentes en nuestros días, siendo tristemente esta hermosa gema, uno de los protagonistas de este tipo de historias. Historias de tragedias y sobretodo de muerte. Historias de guerra, sumisión y sangre en el Congo, Angola, Sierra Leona, Sudáfrica, Botswana, Zimbabwe, Tanzania, Costa de Marfil, Guinea, Liberia, Ghana y muchos territorios más.
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